Dios Hades

Hades


Eones


Desde el inicio de los tiempos


Olímpica


Dios del Inframundo


Dioses Olímpicos

La personalidad del Señor del Inframundo es tan versátil que no se puede describir en una sola palabra. Hay que reconocer que mandarlo a trabajar al Inframundo no era demasiado agradable, aunque alguien tenía que hacerlo, sin embargo, incluso consciente de que no fue por mandato de sus hermanos Zeus y Poseidón sino por el azar, no puede evitar sentirse algo celoso de ellos, quienes se han bañado en el amor y las alabanzas de los mortales.
Se trata de una deidad solitaria, reservada e incluso fría y cortante con quienes lo tratan. Su ocupación en el mundo de los muertos ha hecho que algunos mortales le teman e incluso le odien. Suele actuar más bien de forma pasiva, al margen de las cosas, esperando el momento oportuno para actuar. Brinda una especie de equilibrio a la vida pues, al final de cuentas, la muerte es inevitable. No es malvado: aunque severo, cruel y despiadado, es bastante justo y hasta cierto punto comprensivo, aunque no por eso apacible y bondadoso.
No deja que nadie entre o salga del Inframundo sin su consentimiento, si alguien osa desafiarle, su cólera será inimaginable. Al final, y en resumen, Hades actúa dependiendo la situación y el contexto.




Gustos - La muerte y todo lo que tenga que ver con ella || La obediencia || La soledad
Disgustos - Ser considerado "inferior" a sus hermanos || La rebeldía || Los extraños en su Reino



Como señor del Inframundo controla la muerte y todo lo que tenga que ver con ella. Es persuasivo y no es fácil entrar y salir de sus dominios sin su permiso. Su arma es un cetro de dos puntas, que usa para destrozar todo lo que se cruce en su camino o lo que no sea de su agrado. Además, con dicho cetro conduce las almas de los difuntos hasta su reino.



Cronos (Padre - Titán)
Rea (Madre - Titánide)
Hestia, Deméter y Hera (Hermanas - Diosas)
Zeus y Poseidón (Hermanos - Dioses)



Tras hacerse adulto, Zeus logró obligar a su padre a que regurgitase a sus hermanos. Tras ser liberados, los seis jóvenes dioses, junto con los aliados que fueron capaces de lograr, desafiaron el poder de sus padres y tíos en la Titanomaquia, una guerra divina. Zeus, Poseidón y Hades recibieron armas de los tres Cíclopes como ayuda para la guerra: Zeus una lanza de truenos, Poseidón un tridente y Hades un casco que proporcionaba invisibilidad al que lo llevase. En la noche anterior a la primera batalla Hades se puso su casco y, siendo invisible, se infiltró en el campamento de los Titanes y destruyó sus armas. La guerra duró diez años y terminó con la victoria de los jóvenes. Tras esta victoria Hades y sus dos hermanos menores, Poseidón y Zeus, echaron a suertes los reinos a gobernar. Zeus se quedó con el cielo, Poseidón con los mares y Hades recibió el inframundo, el reino invisible al que los muertos van tras dejar el mundo, así como todas las cosas bajo tierra.

La consorte de Hades, y reina arcaica del Inframundo por derecho propio, antes de que los olímpicos helénicos se estableciesen, era Perséfone, presentada por los griegos como hija de Zeus y Deméter. Perséfone no se sometió a Hades voluntariamente, sino que fue raptada por éste mientras recolectaba flores con sus amigas. Hades amaba a Perséfone tan profundamente que no le permitió salir del inframundo. Su madre la echaba tanto de menos que lanzó una maldición a la tierra, produciendo una gran hambruna. Hades engañó a Perséfone para que comiese seis semillas de granada, lo que hizo que no pudiese abandonar el inframundo ni con la ayuda de Zeus. Perséfone supo de la depresión de su madre y pidió a Hades que le dejase volver a la tierra de los vivos, con la condición de que pasaría con él un mes por cada semilla que había comido. Cada año Hades volvía con Perséfone en su carro al inframundo. La hambruna (el invierno) ocurría en los meses en los que Perséfone estaba con Hades, al retirar Deméter sus dones del mundo. En la primavera, cuando Perséfone se volvía a reunir con ella, Deméter hacía que las cosas crecieran de nuevo.

Hades reinaba sobre los muertos, con la ayuda de demonios sobre los que tenía completa autoridad. Prohibió estrictamente a sus súbditos abandonar sus dominios y se enfurecía bastante cuando alguien intentaba abandonarlos o si alguien intentaba robarle alguna de sus presas.



De su propiedad son el Can Cerbero, perro de tres cabezas que custodia las puertas del Inframundo, el casco de invisibilidad (regalo de los Cíclopes cuando la guerra contra los Titanes terminó y que vuelve invisible a quien lo porta) y su carro, tirado por cuatro caballos negros como la noche. Su arma es un cetro de dos puntas con el que manipula y destruye a voluntad.